'¡Oh, Dios mío!', según los testigos presenciales, fueron las últimas palabras pronunciadas por la princesa Diana de Gales, el 31 de agosto de 1997, después de que el Mercedes Benz en el que viajaba tuviera un accidente en el túnel de la plaza de l'Alma en París. Iba junto con su pareja Dodi Al Fayed, su chófer y un guardaespaldas Henry Paul.

Su polémica y fatídica muerte provocó un torrente de emoción en el mundo y en particular a Gran Bretaña.
Diana Frances Spencer, nació el 1 de julio de 1961 en Sandrigham (este de Inglaterra), hija del octavo conde de Spencer, encarnó para los británicos durante dos décadas la esperanza en los cuentos de hadas. Cuando la joven de 20 años, de sonrisa y mirada tímida, se casó con el heredero de la corona británica, 13 años mayor que ella, el 29 de julio de 1981 en la catedral de San Pablo de Londres, no sólo Gran Bretaña, sino el mundo entero, quedó hechizado. Lady Di tenía todos los atributos para convertirse en reina, sobre todo, tras el nacimiento de sus dos hijos, Guillermo, el 21 de junio de 1982, y Enrique, el 15 setiembre de 1984.
Pero Lady Di, fue mucho más que la esposa de Carlos de Inglaterra, con quien tuvo dos hijos. Fue la mujer que más portadas de revistas ocupó en las décadas de los ochenta y noventa. Pero su sonrisa, símbolo de una personalidad lírica y compleja, y su silueta grácil no adornan ya las tapas de los diarios y revistas del corazón, que vendieron millones de ejemplares gracias a ella.
Sus restos descansan en una isla en medio de un lago artificial situado en la residencia de Althorp, una mansión del siglo XVI que pertenece a la familia Spencer desde hace más de quinientos años.
Fuente: mujer.com